Pongamos que hablo de Guardiola
Quizá sea por deformación profesional pero procuro buscarle el reverso a la cara del fútbol que llegamos a ver. En este blog los apuntes técnicos están cubiertos con creces –ahí tenemos al bueno de Miki Verger, sin ir más lejos- y no conviene adentrarse en territorios pantanosos para alguien que no pasó de jugar en regional con el Recreativo La Victoria. Dicho esto, entremos en materia.
Hoy hablaré de Guardiola. Del Guardiola que habita lejos del banquillo. Porque su revolución empezó antes de que dirigiera su primer partido, su primer entrenamiento siquiera. Ocurrió cuando decidió, nada más hacerse con el bastón de mando bicolor, que no concedería una sola entrevista a ningún medio de comunicación. Como me dijo una vez un ex futbolista de talla internacional, “Pep tiene tan colmada su necesidad de reconocimiento público –su ego, en definitiva- que puede prescindir de las entrevistas”. Vamos, que no reclama su cuota de protagonismo mediático sobradamente satisfecha cuando vestía de corto los domingos. Por supuesto que las consecuencias inmediatas de la decisión eran mayúsculas: al alba de la primera derrota o de una simple racha sin conocer el triunfo llegarían los palos como higueras. Y de hecho, en el inicio de la primera temporada, aquellos llegaron. Detrás de todo eso es muy probable que se escondiera una filosofía que algunos deportistas profesionales –pocos- han incorporado a sus carreras. Una apuesta que descansa en ese principio que un conocido ex director técnico solía definir de la siguiente manera: “Aunque la prensa sea necesaria no debe preocuparte, porque cuando ganes no la necesitarás y cuando pierdas no te servirá de ayuda”.
Para los que hemos tenido la oportunidad de coincidir con Guardiola, lo primero que te llama la atención es que desprende normalidad. Después le siguen, por orden creciente de admiración, su cordialidad y compostura. Idéntica reacción experimentas si gozas de la ocasión de cruzarte con Del Bosque. Da la sensación de que son tipos que valoraran enormemente la educación que les han brindado sus padres. Les resulta capital no poner en duda aquel esfuerzo original de sus progenitores allá donde vayan, ya sea en la fiesta de una peña en L’Hospitalet o en la gala de los Premios Príncipes de Asturias. El entrenador del Barça no puede menospreciar a los medios y eso Pep lo tiene claro. Concede una media de cuatro ruedas de prensa por semana –entre Liga, Copa y Champions- sin límite de duración (este último hecho lo puedo corroborar como testigo directo).
Pero si hay algo que tiene meridianamente claro Guardiola, es que el día en que el balón se encapriche más de la portería de su equipo que de la del rival, llegará el momento de subirse la cremallera, levantarse el cuello de la americana y entregar las llaves del vestuario del cuerpo técnico al siguiente inquilino. Porque seguro que evitará alargar artificialmente la vida de su agonizante cargo a base de inyectar titulares exculpatorios. Declinará innegablemente cualquier gesto que conlleve matar al mensajero, porque si rechazó ampararse en la caridad de los medios para lucir los triunfos en sus escaparates, tampoco recurrirá a los focos mediáticos cuando se apaguen las luces de su proyecto. Lo ha ganado todo sin vacunarse ante la opinión pública contra la derrota. Cuando ésta llegue, parece seguro aventurar que decidirá marcharse a casa, abrigarse del frío de la soledad con los suyos y sudar la fiebre del éxito para olvidarlo antes de que lo hagamos los demás. Porque el fútbol no tiene memoria, casi ni para las victorias. En el recuerdo sólo queda reservado un minúsculo espacio para rememorar el trazado del camino que condujo al éxito: si fue gracias al innovador sistema de presión del Milán de Arrigo Sacchi, a la revolución ofensiva del Madrid de Beenhakker o mediante el 3-4-3 del Barça de Cruyff.
Laudrup, al margen de cuestiones técnicas y de temperamento, cumple a la perfección con ese perfil guardiolista, ejerciendo un papel secundario frente a los flashes. Cuando no cuenten con él bastará con abrirle la puerta para que se esfume, sin necesidad de indicarle el camino. Se marchará sin que le acompañe el ruido de tacones de la comparsa solidaria. Esa que siempre espera ser cebada por el nuevo amo con dosis continuas de pienso de baja calidad, y que ha acabado resignada al ayuno diario. Para esa dieta habrá que buscar a otro cocinero al que le guste ensayar la melodía de la justificación un día tras otro, de los que colocan una venda en su dedo por si algún día asoma la hemorragia de algún corte.
http://hacheseescribeconhache.blogspot.com
twitter.com/HacheRomero
Genial artículo!!!!!
ResponderEliminarEs el mejor post que he leido en mucho tiempo...Mete el bisturí para hacer un análisis exhaustivo a la personalidad de uno de los personajes más grandes de nuestro fútbol
ResponderEliminarEnhorabona Héctor. Un senyor article.
ResponderEliminarBon article!!!
ResponderEliminarMoltes gràcies. Crec em llegiu amb massa bons ulls. "Con lo cual" (entrecomillado dedicado a AJ), me parece estupendo. Saludos
ResponderEliminarSr. Romero, enhorabuena por su artículo pero le recuerdo que Guardiola se negó a ir a la gala de entrega de los premios Príncipe de Asturias, él y sus jugadores, pero bien que el otro día estaban todos en Zurich...
ResponderEliminarFeia temps que no llegia un article teu però m'enganxes Romero! Molt bo aquest i besos als tres.
ResponderEliminarjo seguesc amb sa pinça posada...
Estimat Romero, ets sa nostra particular pilota d'or. Així, te recoman que no et perdis demà "Con lo cual". Serà molt divertit jejeje
ResponderEliminarQuin és el punt destacable del post?
ResponderEliminarL'he hagut de llegir dues vegades i encara no hi trob res. Una potinga de paraules amb apariència però buides de contingut.
Salutacions.