miércoles, 29 de diciembre de 2010

Un bendito agujero

Foto: Javi Nebot

Por Miquel Rosselló

28 de junio de 2010: se confirma la noticia de que un grupo inversor mallorquín, liderado por Serra Ferrer, se hará con el control del Real Mallorca. La noticia ponía punto y final a unos años, demasiados, repletos de una brutal inestabilidad institucional y unos resultados muy por encima de las expectativas. 

Por fin, y aún estando en concurso de acreedores, el Mallorca lograba estar controlado por manos isleñas y el futuro parecía algo mejor que el apocalipsis que se había vislumbrado meses atrás. Eso sí, desde el primer momento, Llorenç Serra Ferrer lo advirtió: vienen años difíciles, con un proyecto austero, con pocos recursos y basado en la cantera. El aficionado aceptó encantado este pacto tácito con la nueva propiedad, ávido de tener por fin esa paz institucional que el Mallorca tanto necesitaba.

Pocos días más tarde, el club destapa una bomba que descolocaba a todos: el gran Michael Laudrup, excelente jugador y cualificado entrenador, vendría para encabezar un proyecto basado en la sencillez y la juventud. Su idea, y la de Miquel Ángel Nadal era clara: limpiar la plantilla de lastres heredados (Josemi, Keita, Varela...) y empezar de cero con los ojos puestos en Son Bibiloni. Y así, el primer equipo se comió al B. Pero a los mallorquinistas, a los de verdad, no les importaba. No les importaba sacrificar unos años difíciles a cambio de hacer una apuesta clara y concreta. Ya no más plantillas hechas a base de jugadores cedidos de otros clubes. No más rebajas de última hora que no mejoraban lo que ya había. Lo único que quería la grada era estabilidad. Y estaba en la palma de la mano.

Además, el buen inicio de temporada sorprendió a propios y a extraños. Nadie esperaba que este equipo fuera capaz de ganar en Valencia o Sevilla, o empatar con Madrid y Barça. Esos eran retos mayores que no entraban en los planes. Como tales se festejaron y se aprovecharon para cantar las alabanzas del míster danés. Lo malo es que algunos perdieron el mundo de vista, perdieron la perspectiva. No eran conscientes de las limitaciones de una plantilla tan joven e inexperta. Se vendía Liga Europa, incluso Champions League, cuando en realidad lo que pedía la razón era prudencia y no forofismo. Las cosas iban mejor de lo esperado pero cualquiera que conozca un poco el mundo del fútbol sabe que en una temporada hay baches, que sin duda llegarían. Y han llegado.

Ahora el equipo se encuentra inmerso en uno de esos agujeros. Un bendito agujero. Con 21 puntos, 5 por debajo de la zona UEFA y 8 por encima del descenso. En la tan deseada 'zona tranquila'. Con un proyecto recién nacido y con tal vez demasiada juventud, pero sin pasar apuros serios. Cierto es que la racha de tres derrotas consecutivas en Liga dejan un sabor amargo a este final de año. Un motivo insuficiente para romper el pacto de no agresión con la nueva propiedad. Los proyectos necesitan tiempo y los comienzos nunca son fáciles. Ejemplos en el mundo del fútbol hay para aburrir. Por eso resulta chocante que algunos hayan aprovechado para cargar las tintas y crear alarmismo. Porque problemas son los que tienen el Zaragoza o el Sporting de Gijón, anclados en la zona baja.

El Mallorca todavía no ha acabado de encontrarse a sí mismo, y no es menos cierto que unos retoques en la plantilla no vendrían nada mal. Pero lo importante ahora es dejar que el equipo aprenda de sus propios errores y salga más reforzado de este conato de crisis. Las visitas a Palma de Hércules, Almería y Sporting deben servir para taponar la herida y hacer que las aguas vuelvan a su cauce. Lo demás son traiciones de fin de semana, fuegos de artificio y hablar por hablar.

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